viernes, 7 de febrero de 2014

FELICIDAD SEGÚN LOS FILOSOFOS

INTRODUCION
En algún momento del siglo XX, la reflexión sobre la felicidad dejó de interesar a los filósofos. Hubo algunas excepciones como Bertrand Rusell y su La conquista de la felicidad, o Alain y sus Propos sur le bonheur. En general los filósofos callaron y fueron otros, psicólogos y psquiatras primero, y neurocientíficos, economistas y sociólogos después, quienes indagaron y explicaron esa vieja aspiración humana, sobre todo a partir  de la segunda mitad de la centuria.

André Comte-Sponville, en 1984 obtuvo un éxito insospechada con su Traité du désespoir et de la béatitude (Tratado de la desesperación y de la felicidad)
que luego se ha extendido con otras obras, Mi punto de partida fue restablecer la cuestión de la felicidad,de la vida buena, de la sabiduría.

A través de Epicuro, Montaigne, Spinoza y otros pensadores, ComteSponville ha conceptualizado lo que denomina "felicidad en acto ", que consiste "en desear lo que tenemos, lo que hacemos, lo que es, lo que nos falta"  añade el filosofo francés "Por eso podemos ser felices, y por eso lo somos a veces, porque hacemos lo que deseamos, porque deseamos lo que hacemos"

Javier Sádaba publicó Saber vivir, del que se lanzaron varias edicciones, sus reflexiones lo llevaron a distinguir la "buena vida" de la "vida buena".
La primera esta vinculada a los placeres inmediatos.
La segunda es una aspiración que se alcanza a través de la moral y la ética.

Para Sádaba, es lo que da sentido a la vida: la obra de arte por excelencia a la que podemos optar los humanos.


S.XVIII: EL DERECHO A LA FELICIDAD

Kant nos afirma que no se puede determinar el concepto de felicidad y por tanto que solo se puede obrar, dar consejos empíricos como por ejemplo una dieta, para ahorrar…
Una reflexión que no hicieron suya los ilustrados franceses, que convirtieron la satisfacción y el bienestar personal en un arte de vivir. Pero no solo razonaron sobre cómo maximizar el placer y minimizar el dolor, también convirtieron la felicidad en un objetivo político. 

El objetivo de la sociedad es la felicidad común. Unos años antes, en 1787, ilustrados norteamericanos como Thomas Jefferson y Benjamin Franklin ya habían establecido en la Constitución de Estados Unidos el derecho de todos a la búsqueda de la felicidad.



LA FELICIDAD BURGUESA:

En el s. XVII la felicidad pasó a formar parte de  una senda liberal, junto con la realidad mercantil que comenzaba a tener importancia en la sociedad.
El filósofo, Thomas Hobbes decía que: “la felicidad de esta vida  no consiste en el reposo de una mente satisfecha, porque no hay ningún finis ultimus o sumum bonum (Bien Supremo) tal como se apunta en los libros de los antiguos filósofos  morales.”
Este filósofo inglés entiende la felicidad como un proceso continuo del deseo.
Más tarde otro filósofo, John Locke negó que existiera un Bien Supremo para alcanzar la felicidad  ya sea la virtud, la contemplación o los deleites físicos.
Locke decía que los hombres pueden llegar a ser felices disfrutando de las cosas que se encuentran al servicio de la vida: “La salud, la comodidad y el placer”, pero manteniendo  la esperanza de que cuando acabe esta vida se comienza otra nueva.
Esta idea continuo en el siglo siguiente con los ilustrados escoceses: David Hume y Adam Smith los que defienden que el mundo es un lugar feliz en el que la virtud es placentera y los seres son sociales por naturaleza.
El pensador Inglés Jeremy Bentham sostuvo que la medida de lo correcto o equivocado debería ser “El mayor bien para el mayor número de personas.”
Este precepto se desarrolló en el s. XIX en el “utilitarismo”, realizado por John Stuart Mill y supuso un gran alcance, pues hizo que la filosofía  de los estudios científicos sobre la felicidad del s. XX.
Con la llegada de la Ilustración se piensa que la felicidad se alcanza a partir del placer y del juego y comienza a darse menos importancia a la eudemonía clásica de Aristóteles y su visión transcendental. Según Claude Adrién Helvétius afirmaba que el infierno ya no existía y que el cielo estaba en la tierra. Barón d’Holbach proclamó que lo único que impedía la felicidad era la ignorancia. Émilie du Châtelet  creía que había que dejarse llevar por las ilusiones, porque los placeres dependían de ellas.


LA DOBLE CARA DEL PROGRESO.

Este fragmento trata sobre que la felicidad se extendió rápidamente, que se atribuye generalmente a la mejora de las condiciones de vida y la libertad que se generalizaba, y escrito por Rousseau.



A LOS 38 AÑOS.

Este fragmento trata sobre que a los 38 años Michael de Montaigne, se retiro a vivir al castillo que llevaba su nombre en la Dodoma Francesa, para  alejarse de las guerras de religión que ocurrieron en Francia en el siglo XVI, durante ese periodo de tiempo escribió unas memorias sobre su vida en las que aparecen los hechos más relevantes e importantes de la vida de Montaigne.



 ATENAS ALLUMBRA LA FELICIDAD

Todas las reflexiones sobre la felicidad parten de la Grecia del siglo v a.C., cuando se produce el denominado milagro griego y la democracia ateniense instaura espacio de libertad. Los griegos llevaban entonces tres o cuatro siglos repitiendo con Homero que los hombres eran las criaturas mas desdichadas de la tierra porque estaban sometidas al capricho de los dioses y a un destino inexorable que no podían controlar. Platón ideo una república gobernada coactivamente por los filósofos para promover las verdaderas justicia, verdad y felicidad, que sirvió de inspiración a modelos utópicos posteriores.



ROMA: LA FELICDAD TERRENAL

Roma dio continuidad al legado griego, al igual que la escuela estoica del griego Zenón que proclamó que el hombre feliz es el que se conforma con su suerte. Pero sería Horacio, que vivió unos años antes que Séneca, quien recogería con más amplitud o eclecticismo los ideales griegos. El poeta romano mezcló en sus recomendaciones para ser feliz la autosuficiencia estoica, la discreción epicúrea y la regla del término medio de Aristóteles, y alentó a vivir bajo la máxima Carpe Diem.



 CRISTIANISMO: LA FELICIDAD ESTÁ EN EL CIELO

Todo ese mundo se vino abajo con la llegada de la fe cristiana, que trajo consigo, que todos los hombres son iguales. Sin embargo esa fe postergaba la felicidad a una recompensa en el Cielo. El Pecado Original nos condenaba a una vida de tormento. Esta concepción se impuso a partir del siglo IV y no sería modificada hasta mil años después.
Pero el mayor cambio llegaría con la Reforma de Martín Lutero, quien profundizaría en las naciones de predestinación e introspección presentes en San Agustín para trasladar la responsabilidad religiosa de la Iglesia a la conciencia individual, algo que tendría grandes consecuencias religiosas, filosóficas y políticas. En Lutero, el mundo sigue lleno de sufrimiento, pero valora lo que nos aportan los pequeños placeres terrenales y pide a los cristianos que sean alegres.


El pensamiento se fue haciendo laico y libre, y la felicidad volvió a estar en el centro de las preocupaciones filosóficas. 

Siglos XIX Y XX: LA TRANSCEDENCIA LAICA:
Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche dieron un quiebro pesimista y trágico a la concepción del mundo. Pero ambos hallaron en el arte una panacea para el sufrimiento. El sentido de la vida y de la felicidad se escabullía y pronto los filósofos dejaron de pensar en ella, con la excepción inglesa del teórico del utilitarismo John Stuart Mill prolongada en el siglo XX por Bertrand Russell y por el francés Alain.